Lección de Anatomía, grafito y acrílico, Carlos Gómez 2010 |
Alguna vez, no se por que juego macabro del destino deambulaba por las calles del norte de la ciudad donde vivo, podían no serian mas de las siete y treinta de la noche cuando vi un tumulto de gentes que en forma ceremonial rodeaban algún cuerpo extraño; no dudé, por que el acto en si mismo era atrayente, así que con paso presuroso me acerque hasta donde estaba la multitud, inmediatamente mis ojos constataron lo que mi intuición ya me advertía, eran unos despojos recostados sobre el suelo, colocados casi con la intención de un asesino en serie, dispuestos en forma tal a la de un ser objeto de un ritual de sacrificio, estuve tentado a interrogar a alguno de los espectadores acerca de lo sucedido, pero fui asaltado por el temor al notar que muchos tomaban licor alrededor del hecho, tal vez lo celebraban, tal vez eran autores o cómplices, un escalofriante viento entonces rodeo mi cuerpo, quise salir huyendo correr despavorido, pero dos cosas pasaron por mi mente, una, un juego de lógicas ideas que me decían que de hacerlo, de correr, podría quedar en evidencia, lo otro fue un maldito mal que en las películas suele facilitarle el trabajo al asesino y a los malos guionistas, la curiosidad.
Así decidí entonces continuar el camino cubierto de gentes extrañas que bebían licor como si adsorbieran del vaso las palabras para decir cosas interesantes, ellos tenían largas barbas como espesos arbustos sumergidos en sombras, otros estaban envueltos en ropajes que robaban las luces nocturnas para imitar las constelaciones con sus espejos de lentejuelas, eran seres extraños que carcajeaban y bebían; avancé después de desfilar en medio de ese ejército de personajes hasta una gran bóveda blanca, crucé el umbral de paredes vestidas del sacro color y adentro no menos impactado que antes descubrí los cuerpos de alguna masacre, algunos colgados del techo, otros clavados a la pared y uno poco menos horripilante tendido sobre el suelo; es cierto, aquello me impactó, pero aquel impacto fue minimizado al caer en la cuenta que todos eran indiferentes ante aquel acontecimiento, en ese momento vi también a un personaje que robaba la atención, deduje en lo inmediato que todo era un ritual de la muerte y que aquel personaje era seguramente el sacerdote ceremonial; él me miró, clavo en mi sus ojos y pensé que seguramente había notado que yo era un extraño, pensé que yo seria otra pieza mas de sacrificio, que mi cuerpo, mis emociones, mi pensamientos, el misterio que habita en mí, la vida, se reduciría a despojos, a irreconocibles fragmentos, que mis zapatos colgarían de alguna alacena para ser devorados por los guardianes de la muerte, que de mis intestinos extraerían la mierda para enlatarlas en latas de sopa.
Quise huir pero era demasiado tarde, el sacerdote estaba frente a mí, seguro moriría esa noche; él me entregó una tarjeta que empuñe en mi mano sin atreverme a leer, me preguntó seguidamente - ¿Cómo te ha parecido todo? - ¿Qué podía decirle? Yo ignoraba el sentido de lo que sucedía, no alcanzaba a comprender nada, pero confesarlo seria mi sentencia de muerte, trague saliva y apunto de confesar solo pude decir: - todo es interesante, todo es…bonito -.
¡Bonito! ¿Qué había sido esa estupidez? El hombre sonrió, me dio las gracias y se fue, sí, ¡se fue! Era mi oportunidad para huir, debía salir inmediatamente, no terminé de pensarlo y ya estaba lejos, apenas alcance a suspirar y fui consiente de que algo llevaba en mis manos, era la tarjeta, la observé y tenia todas aquellas imágenes, era una especie de periódico amarillista, quise leerla, pero todo al parecer estaba escrito en lenguas muertas, en idiomas extraños, solo pude visualizar la palabra arte, pero ahora que lo recuerdo todo debió ser un desvarío.
Carlos Gómez s.
No hay comentarios:
Publicar un comentario